martes, 17 de marzo de 2015

SANTA CLARA DE ASÍS (Parte 5 de 8)


Santa Clara de Asís.


Al predicar el amor de Dios en la catedral de Asís, el Poverello despertó ansias y resoluciones de darse a la perfección, en el alma de una noble doncella llamada Clara Scifi. Ésta apartó a cuantos jóvenes la solicitaban por su hermosura y riqueza, y, por la poterna por donde sacaban a los muertos, huyó secretamente del palacio de sus padres para entregar a Jesucristo su corazón y juventud.

La tarde del domingo de Ramos, 19 de marzo de 1212, en la capilla de la Porciúncula, alumbrada por la movida y fulgurante luz de las hachas de los frailes, Clara se postró ante el altar de la Virgen, dio libelo de repudio al siglo y se consagró al Señor. Tenía diecinueve años.

A los pocos días se le juntó su hermana Inés. El piadoso retiro de San Damián, adonde envió Francisco a las dos vírgenes, llegó a ser cuna de una Orden admirable de mujeres que al principio se llamó de las Señoras Pobres, y que hoy día todos conocen con el nombre de Clarisas, derivado del de la fundadora Santa Clara de Asís.

lunes, 16 de marzo de 2015

PRIMEROS DISCÍPULOS - SUEÑO DE INOCENCIO III (Parte 4 de 8)

Pronto se le juntaron algunos discípulos: Bernardo de Quintaval,varón principal y riquísimo; Pedro de Catania, canónigo de Asís; Egidio (fray Gil), hijo de un propietario de la ciudad. No les impuso largas prácticas. Le bastaba una prueba: renunciar a todos los bienes e ir a pedir de puerta en puerta. Acudieron otros compañeros. El Santo empezó a enviarlos a misionar, de dos en dos, por los valles del Apenino y los llanos de Umbría, de las Marcas y de Toscana. Cuando llegaron a doce, ya no cabían en la Porciúncula.


Pasaron a vivir a un caserón más amplio, cerca de Rivo Torto. Allí escribió Francisco una regla sencilla y corta, y quiso someterla al Papa. Los frailes partieron para Roma, donde reinaba Inocencio III. Los cardenales no accedieron a aprobarla; el Papa, a pesar de su buena voluntad, sólo dio a Francisco esperanza de que algún día fuera aprobada.



Por entonces, sin duda, tuvo el Pontífice aquella visión que refieren los antiguos biógrafos y que representaron los artistas. Vio en sueños que la Basílica de Letrán, madre y cabeza de todas las Iglesias, amenazaba gran ruina y se venía ya al suelo, cuando un pobrecito hombre vestido de tosco sayal, descalzo y ceñido con recia cuerda, puso sus hombros bajo las paredes de la iglesia, y de un vigoroso empujón la levantó y enderezó de tal manera que pareció luego más recta y sólida que nunca.


Otra vez fue el Santo al palacio de Letrán y expuso al Papa su demanda. Con ver Inocencio III la humildad, pureza y fervor de Francisco, y acordándose de la visión, abrazó conmovido al Poverello, lo bendijo a él y a todos sus frailes, confirmó su regla y les mandó que predicasen penitencia. Antes que dejasen a Roma, recibieron de manos del Cardenal Juan Colonna la tonsura con la que ingresaban en el clero, y quizá aun San Francisco fue ordenado diácono. Era el verano de 1209.



La comunidad franciscana volvió a Rivo Torto; a los pocos meses pasó a residir cerca de la capilla de la Porciúncula, en un lugar que los Benedictinos de Subiaco cedieron al Santo y que fue la cuna de la Orden. Los frailes vivían en chozas construidas con ramas y lodo; a falta de mesas y sillas, se sentaban en el suelo; por cama tenían sacos llenos de paja. Ocupaban el tiempo en la oración y el trabajo.

El alma y la vida de Francisco,“el Pregonero del gran Rey”, fueron las de un intrépido apóstol e insigne misionero de su siglo. No fue sin duda predicador profesional. No tenía los estudios teológicos necesarios para emprender la predicación dogmática, y el Papa sólo le permitió predicar la moral de la penitencia. Pero, ¡con qué maravilloso poder de convicción trató este tema! 

Por una sociedad que era un hervidero de codicias y desenfrenados odios, pasaban Francisco y sus frailes con los pies descalzos, la soga en la cintura y los ojos clavados en el cielo, mostrando serenísimo gozo en medio de su absoluta pobreza, amándose con ternura, y predicando la paz y la caridad con la palabra y con el ejemplo.

domingo, 15 de marzo de 2015

TOTAL DESASIMIENTO - EN LA PORCIÚNCULA (Parte 3 de 8)

Salió de la cueva corrido de su cobardía y entró en la ciudad. La gente, al verlo tan desfigurado y mal vestido, se iba tras él tratándolo de loco. De esto cobró su padre mayor saña y, llevándolo a su casa, lo maltrató de palabra y obra. Luego, para desheredar a su hijo, entabló diligencias cuyo desenlace ocurrió en la primavera del año 1207 y constituyó un drama bellísimo de la historia cristiana. Padre e hijo comparecieron ante el Obispo de Asís, llamado Guido, el cual hizo que Francisco renunciase a la herencia paterna. No fue menester esperar mucho tiempo la respuesta del Santo. Al punto se desnudó de los vestidos, como llevado de divina inspiración, y los arrojó en montón a los pies de su padre con el dinero que le quedaba, diciendo:

-“Hasta aquí te llamé padre en la tierra; de aquí adelante diré con verdad: “Padre nuestro que estás en los cielos”.

Francisco entregando su ropa a su padre.

A poco de esta escena admirable, salió Francisco a la calle. Vestía túnica como de ermitaño atada con cinturón de cuero y calzaba sandalias. Iba cantando bellas tonadas para atraer al público, y luego pedía piedras para restaurar la iglesia de San Damián. Cuando hubo reparado esta iglesia, el piadoso constructor restauró otras dos: la antigua iglesia benedictina de San Pedro y la capillita de Santa María de los Ángeles o de la Porciúncula. En este santuario recibió clara luz sobre su verdadera vocación. Era el día 24 de febrero, fiesta de San Matías. Francisco asistió a Misa y oyó el Evangelio del día, que aconseja la práctica de la más rigurosa pobreza. Sin dilación quiso el joven ermitaño de la Porciúncula llevar a la práctica los consejos evangélicos: arrojó lejos de sí las sandalias, el báculo y el cinturón de cuero que trocó por una soga, y así empezó a recorrer las calles y plazas de Asís, para exhortar a todos a la penitencia; con estos sermones, se anima- ron muchos oyentes a mudar de vida.

sábado, 14 de marzo de 2015

SAN FRANCISCO DE ASÍS (Parte 2 de 8)

EL PASO DEFINITIVO 

Una tarde de verano del año 1205, el joven mercader ofreció a sus compañeros un espléndido convite; la cuadrilla salió de él alegre en demasía y se dio a cantar por las calles de la ciudad. Francisco, en cambio, llena su alma de celestiales dulzuras, les dejó tomar la delantera y se detuvo. Permaneció inmóvil largo rato, como subyugado por la gracia que iba a mudar de todo en todo su vida. Pero el velo tendido sobre los futuros destinos del Santo no se corrió todavía. En vano lloraba sus pecados y clamaba al Padre celestial en las iglesias de Asís o en la cueva de Subiaco; fue a Roma a visitar la iglesia de San Pedro. Saliendo de ella tuvo una inspiración: llamó a un mendigo de los muchos que se agolpaban en el pórtico del templo, y le dio sus ricos vestidos; él se vistió de los andrajos del pobre, y se juntó con aquellos desgraciados, en cuya compañía permaneció hasta el anochecer.
Fundador de la Orden Franciscana.

No cabía en sí de gozo. La pobreza será su amor; en adelante Francisco será el Poverello, el pobrecillo. Vuelto a Asís, repartió a los pobres el dinero que gastaba en fiestas y banquetes. Sus únicos amigos serán ya los hijos de la pobreza. Cierto día, a la vuelta de un paseo a caballo por el campo, encontró a un leproso que le causó asco y horror. Su primer pensamiento fue dar media vuelta y huir a galope de aquel lugar. Pero oyó una voz en el fondo de su alma; al punto se apeó del caballo, fue al leproso, y al darle limosna besó con devoción y ternura aquello que ya no parecía mano por las repugnantes úlceras que la cubrían. Al poco tiempo le dio el Señor otra señal de su voluntad. Se hallaba el convertido arrodillado ante un hermoso Cristo, en una capilla medio arruinada dedicada a San Damián, poco distante de la ciudad. Mientras pedía a Dios que le descubriese su divina voluntad, oyó una voz que salía del Crucifijo y le decía:- “Ve, Francisco; repara mi casa que se está cayendo.” Inmediatamente, el amigo de los pobres, el servidor de los leprosos quiso ser además reparador de iglesias. Cargó su caballo con buena cantidad de paños, y partió al mercado de Foligno donde lo vendió todo: caballo y mercancías. Ofreció el importe al clérigo que guardaba la iglesia de San Damián. Pero éste no quiso tomarlo por temor al padre del Santo. Resuelto Francisco, arrojó el dinero por una ventana de aquella iglesia. Logró, además, que aquel sacerdote le dejara vivir unos días en su compañía. Se enojó Pedro Bernardone al saber las nuevas aventuras de su hijo y corrió a la iglesia de San Damián para ver si podía hacerlo entrar en razón y llevárselo a su casa. Pero Francisco, por temor a su padre, se escondió en una cueva, y en ella se mantuvo algunos días sin atreverse a abandonarla.

viernes, 13 de marzo de 2015

SAN FRANCISCO DE ASÍS (Parte 1 de 8)

SAN FRANCISCO DE ASÍS

FIESTA: 4 DE OCTUBRE

FUNDADOR DE LA ORDEN FRANCISCANA

 (1182-1226)


El acontecimiento más maravilloso, quizá, de la historia del catolicismo en la Edad Media, es la aparición en el mundo del seráfico Patriarca San Francisco. Nació en Asís, por los años de 1182, y fue hijo de Pedro Bernardone, mercader de tejidos, y de una honrada y devota señora llamada Pica. Creció el niño en medio de gustos y regalos por ser su padre riquísimo.Vestía suntuosamente, tenía dinero para derrochar, y nunca faltaba a las ruidosas fiestas y opíparos convites que solían organizar los hijos de los hacendados y mercaderes de Asís. Lo admirable fue que, a pesar de llevar vida tan dada al mundo, guardó, con el favor de Dios, una conducta siempre digna, sin soltar la rienda a los apetitos sensuales. Andaba por los veinte años cuando algunos sucesos desgraciados lo hicieron entrar dentro de sí, y lo movieron a renunciar a sus travesuras de mozo y aun a los negocios de su hacienda. Asís se levantó en armas contra la nobleza, la cual pidió socorro a los de Perusa. Hubo guerra entre ambas ciudades. Asís fue tomada, y Francisco, con algunos caballeros, llevado a Perusa y en ella encarcelado. A poco de esta adversidad le sobrevino una grave dolencia que le dio ocasión a mayores reflexiones aún.
Italia, país natal del Santo y la ciudad de Asís.
Salió de la enfermedad dispuesto a renunciar a los vanos pasatiempos del siglo. Sintió desde entonces en su espíritu como una aspiración indeterminada hacia nuevos y nunca soñados propósitos y, con una visión que tuvo de muchas armas y palacios, se imaginó que tenía vocación militar, y determinó pasar al reino de Nápoles en busca de hazañas y proezas. La víspera de la salida se encontró con un hombre de noble linaje, pero pobre y desharrapado. Francisco trocó su rico vestido con el del indigente. Aquella noche le pareció dormir en la gloria. La noche siguiente, en Espoleto, oyó una voz que le mandaba volver a su tierra. Volvió a Asís, y otra vez se ocupó en los negocios de su padre y tornó a ser el alma de los frívolos entretenimientos de sus compañeros. Con todo, la dulce voz que le hablaba en Espoleto, llamaba de cuando en cuando a su corazón.