Un Ángel del Señor, refulgente como un rayo, desciende del Cielo. A su vista caen como muertos los guardias. El Ángel remueve la piedra del sepulcro, y, como el sol en su esplendor, sale del sepulcro el Señor resucitado.
¡Qué gloria la suya!
¡Aleluya, aleluya, aleluya!